
Es bastante común que los madrileños se acerquen a Aranjuez en lo que podría llamarse «visita dominguera», es decir, salir por la mañana un sábado o domingo, pasear por el centro de la ciudad, comer en alguno de los abarrotados y turísticos restaurantes y, si encarta, visitar algunos de los museos. Si no, pues volver por la A4 pronto, antes de que empiece el temido atasco de los domingos por la noche.
A primeros de febrero decidí llevar a cabo una de estas visitas de domingo a Aranjuez, aprovechando la cercanía de la capital, pero con el firme propósito de convertir el trayecto en parte del atractivo de la ruta. Al fin y al cabo, para tomar la autovía y llegar en media hora ya tenemos el coche…
1. La ruta
La ruta comienza un poco antes de llegar a Alcalá de Henares, aunque puede iniciarse desde Madrid. En todo caso, si no conocéis la ciudad de Cervantes, no está de más recomendar una pequeña visita al menos a su casco histórico, que para algo está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las principales localidades de interés que se visitan son, por orden, Nuevo Baztán, Chinchón, Titulcia y Aranjuez. A continuación os dejo un pequeño video que resume algunos aspectos destacables de la ruta.
2. Nuevo Baztán
Desde la A2 y antes de llegar a Alcalá de Henares, tomamos la salida 23 que nos conducirá a la carretera M-300. A los pocos minutos ya notamos que nos alejamos del entorno urbano para perdernos progresivamente entre pequeñas lomas y tímidas arboledas. Los ciclistas van haciendo acto de presencia, lo cual es normal en un día tan extraordinariamente cálido para ser primeros de febrero. Y de repente, como surgida de la nada, llegamos a la minúscula población de «Nuevo Baztán», que sorprende al viajero con su palacio e iglesia de principios del siglo XVIII justo al lado izquierdo de la carretera. Primera parada obligada para disfrutar de un entorno histórico tan peculiar y desconocido.
A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de ciudades españolas, cuya fundación se remonta bastantes siglos atrás (incluso milenios, como ocurre en Cádiz, que además de una localidad con encanto y maravillosa gastronomía pasa por ser una de las ciudades más antiguas de Europa, con yacimiento datados de más de 3100 años), Nuevo Baztán tiene un origen más reciente: allá por el año 1709, un navarro de nombre Juan de Goyeneche y baztanés de nacimiento (de Baztán, Navarra) fijó su atención en una meseta muy cerca de Madrid y reducida en la práctica a un gran bosque de acebos. Allí decide construir una gran fábrica de vidrios (los acebos son árboles idóneos para servir de combustible a los grandes hornos de fundición) y, a su alrededor, uno de los primeros pueblos industriales.
De esta manera surge Nuevo Baztán, como proyecto industrial Juan de Goyeneche, editor, periodista y político español, que adquirió los derechos de La Gaceta de Madrid (el periódico de interés general más antiguo de España y antecesor del Boletín Oficial del Estado) y encargó la construcción del Palacio de Goyeneche en la calle Alcalá de Madrid, sede actual de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Motivo decorativo del Palacio: un león muerde un tablero de ajedrez, en clara alusión al escudo heráldico del Valle de Baztán
Actualmente el pueblo de Nuevo Baztán ha quedado atrapado en un pasado cuya gloria puede que no regrese nunca. Con el paso del tiempo las fábricas cerraron o se trasladaron, los acebos desaparecieron y con ellos las oportunidades económicas. Pero todavía se conserva cierto encanto al caminar por este conjunto de edificios barrocos, ejemplo de una arquitectura industrial que podríamos considerar antesala de la revolución industrial que comenzaba a llegar a España.
En la Plaza de la Iglesia aparcamos la moto y tomamos un buen desayuno: café, tostada y pincho de tortilla (a medio cuajar, con huevos de granja). El dueño del Mesón EL CONDE parecía simpático y el local, una taberna muy antigua que databa de la época de fundación del pueblo, estaba lleno de ciclistas recargando energías. No fue mala opción hacer parada allí. Al ir al servicio advertí que había una escalera que bajaba a un sótano del que provenía un olor y una humedad característica que sólo podía significar una cosa: vino. Le pregunté al dueño si tenían una bodega y me contestó que sí, que el edificio era la antigua cantina del pueblo y en las bodegas se guardaba el vino para los trabajadores. Me hubiera gustado bajar y sumergirme un poco entre las embriagadoras fragancias de la historia… ¡pero la ruta seguía y nosotros con ella!
La carretera continuaba por la ribera del río Tajuña, un afluente del Jarama y por tanto subafluente del Tajo, que aparecía y desaparecía a nuestro paso. Siguiendo el segundo río más largo de la cuenca del Tajo (después del Tajo, obviamente) llegamos hasta la A3, que esquivamos con decisión para continuar nuestro recorrido en dirección a Chinchón.

El Tajuña baña muchas localidades de Guadalajara y Madrid, dejando su huella en infinidad de carteles
3. Chinchón
Si algo tiene Chinchón es una buena ubicación. Y una preciosa plaza, todo sea dicho. Este pueblo (uno de los más visitados de la Comunidad de Madrid) se construyó sobre una elevación que permitía otear las fértiles vegas del Tajuña, además de facilitar su defensa. Las vistas desde el Castillo son impresionantes y justifican la elección de semejante otero.
Lo más llamativo del pueblo, a parte de su magnífico anís, es la Plaza Mayor. Este ejemplo de plaza medieval sorprende por su estructura circular, la regularidad de sus 234 balcones y el ambiente que la rodea día y noche. Como en tantas otras plazas españolas, aquí tuvieron lugar desde corridas de toros a autos sacramentales, actos políticos, religiosos, ejecuciones y obras de teatro (sirvió como corral de comedias, e incluso ha llegado a aparecer en algunas producciones cinematográficas, como en la escena taurina de «La vuelta al mundo en 80 días»).
En una calleja que da a la plaza encontramos una panadería con mucha solera, repleta hasta arriba de panes, bollos y dulces de todo tipo, y regentándola una señora que no paraba de hablar y hablar, haciendo juegos de palabras, rimas, todo con tal de que compraras más de lo que necesitas (lo que viene siendo una buena comercial, vamos). Imprescindible visita para reponer fuerzas.

El antiguo Convento de San Agustín, actual Parador Nacional de Turismo de Chinchón, contó entre sus huéspedes con el Archiduque Carlos de Austria en plena Guerra de Sucesión española
Subimos al castillo para disfrutar de las increíbles vistas y, como era de esperar, no defraudaron.
Desde Chinchón tomamos la M-404 en dirección a Titulcia, donde teníamos pensado parar a comer en el famoso restaurante EL RINCÓN DE LUIS, pero antes de llegar nos desviamos para acercarnos a la Laguna de San Juan: una excusa como otra cualquiera para incorporar un poco de off-road en la ruta y, de paso, sacar alguna fotografía en plena naturaleza.
4. Titulcia
Titulcia debe su nombre a un decreto de Fernando VII de 1814, pues se creía que allí se encontraba la Titulcia romana, aunque su nombre tradicional era «Bayona de Tajuña». Es cierto que en las cercanías se han encontrado restos romanos que podrían confirmar esta teoría, pero como en tantas otras cosas, el debate sigue abierto. En los yacimientos arqueológicos de la moderna Titulcia se halló en 2009 la llamada Medusa de Titulcia, una pátera de plata y oro elaborada por los carpetanos entre los siglos IV y III antes de Cristo. Las páteras eran platos poco profundos usados en ceremonias religiosas como las libaciones. La cabeza de Medusa esculpida en el centro, aunque con cara de felino, se considera símbolo de protección de cosechas (hay que recordar que las vegas del Tajuña y el Jarama han venido garantizando el sustento alimenticio de Titulcia desde antes de la era romana).
Al llegar a Titulcia decidimos tomar una cerveza sin alcohol (en moto siempre sin) antes de comer. La opción era obvia: el restaurante Cueva de la Luna.
Cuenta la leyenda que el Cardenal Cisneros tuvo una visión de una cruz en el cielo, algo parecido a lo que se supone que le ocurrió a Constantino, y (ahora según los archivos de Toledo) encargó construir una ermita y una cueva. Cueva que fue descubierta en 1952 y a la que se le relaciona con todo tipo de historias esotéricas, desde los templarios hasta apariciones espectrales y fenómenos paranormales.
Teníamos intención de bajar a visitar la cueva, pero un contratiempo lo impidió. Sabía que actualmente la cueva está cerrada al público, pero que el dueño del restaurante te puede dejar visitarla. Ya tenía ensayado todo mi discurso (que si estaba haciendo una guía, que si tenía interés esotérico, que si venía desde lejos…) cuando ocurrió lo imprevisto: el restaurante y el bar son ahora dos locales diferentes e independientes. Tomamos la cerveza en el bar, dónde muy amablemente nos comunicaron que nada podían hacer para atender nuestra petición, pues a la cueva se accedía desde el restaurante. Y para ello, pude leer en un cartel, hacía falta comer allí.
Cualquiera hubiera tomado un menú con tal de bajar a visitar un monumento tan interesante, pero ya habíamos decidido que comeríamos en EL RINCÓN DE LUIS, famoso por sus tortillas de patatas clasiquísimas (que luego resultaron no serlo tanto), y con la comida no se juega.
El Rincón de Luis hace las delicias de los habitantes de Titulcia, así como de cualquier viajero que aproveche las mesas que están en la acera para tomar un aperitivo al sol o los salones para degustar un buen cordero salcochado. Ignorando el estupendo aroma que desprendía el horno de leña (situado dentro de local, en una pequeña estancia que sirve de distribuidor entre los salones), optamos por sentarnos fuera, casi en la calle, y pedir algunas raciones. A los pocos minutos y coincidiendo con la hora de salir de misa, todo el local se llenó hasta arriba. Pero para entonces ya habíamos pedido una de las famosas tortillas de patatas (que Manuel Martín Ferrand denominó «Clasiquísima» en un artículo de la revista Blanco y Negro, clasificándola como una de las tres mejores de España) y unos sorprendentes Chicharrones artesanos de Colmenar.

La tortilla estaba buena, pero nada del otro mundo. Los chicharrones artesanos, sin embargo, se llevaron el premio: ¡menuda exquisitez!
5. Aranjuez
Después de una comida ligera pero contundente, salimos en dirección a Aranjuez con la intención de circular por la ribera del Jarama. Para nuestra desgracia, la pista que pretendíamos coger era una vía pecuaria de esas tan frecuentes en Madrid, con su cartel indicando que estaba prohibido el acceso de vehículos a motor no autorizados. Nuestro gozo en un pozo. Improvisando sobre la marcha tomamos la carretera que lleva a Villaconejos y, desde allí, la M-305 hasta que nos topamos con el Tajo, que sería el encargado de mecernos suavemente hasta Aranjuez.
Poco antes de llegar a Aranjuez tomamos un pequeño desvío para visitar el Real Cortijo de San Isidro y sacar algunas fotografías.

Esta foto ha acabado siendo, por derecho propio, la cabecera del blog y de la página de facebook, hasta que la sustituya una mejor
El Real Cortijo de San Isidro es una pedanía de Aranjuez, y su origen se encuentra en la explotación agrícola mandada construir por Carlos III sobre los terrenos de la antigua Villafranca (siglo XII). De nuevo y como ocurriera en el caso de Nuevo Baztán, asistimos a la creación de pequeños núcleos urbanos en pleno siglo XVIII, con una finalidad industrial o agrícola. Dentro de los pocos edificios que contiene esta entidad local menor se halla la Real Bodega de Carlos III.
Poco después estábamos aparcando en el centro de Aranjuez, junto al Palacio Real. Allí nos cambiamos las botas de moto por las de caminar, y eso hicimos durante más de una hora en lo que se presentó como una atípica tarde de invierno.
Aranjuez es monumental, como corresponde a una villa donde se encuentra una de las residencias de la Familia Real. Su gastronomía es de primer nivel, utilizando con frecuencia las múltiples verduras y hortalizas que las vegas de los ríos cercanos producen en abundancia y calidad. Sin duda, un Real Sitio para volver.
Acabada la visita al Palacio (donde no pudimos echar fotografías aunque sí grabar un poco del video que podéis ver más arriba), recogimos la moto y volvimos a Madrid evitando en la medida de lo posible la A4. La carretera M-307 nos llevó hasta San Martín de la Vega y desde allí la M-301 hasta el centro de la capital. En mi cabeza sonaba el maravilloso adagio del Concierto de Aranjuez del Maestro Joaquín Rodrigo.
Terminaba así una pequeña excursión de domingo que, a diferencia de las usuales, decidió primar el trayecto al destino.
Enlaces de interés
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Precioso relato de la ruta, muy bien contado, con mucho gusto y sensibilidad. Me encantó leerlo.
Muchas gracias!
Muchas gracias, Paloma.
Me alegro mucho de que te haya gustado la ruta y la crónica.
Recibe un abrazo fuerte.